Mario Calvit
Escribanos
Mario Calvit es un auténtico maestro vivo del arte panameño. Su carrera de más de 50 años es el testimonio de una vida dedicada, a través del arte, a “descifrar conceptos humanísticos, conceptos naturales y conceptos fundamentales para la existencia”, según explicó recientemente desde su casa taller en El Cangrejo.
La escultura y la pintura han sido sus dominios, los cuales ha explorado a cabalidad produciendo obras que reflejan su sensibilidad por la condición humana y la naturaleza. Una habilidad heredada de su madre por el trabajo manual, completada por una vocación artística reconocida desde sus primeros años, le permitieron desarrollar todo su potencial hasta convertirse en una influencia notable del arte nacional, impactando a generaciones de artistas plásticos.
Calvit, nicaragüense de nacimiento y panameño de corazón, forma parte de un grupo irrepetible de artistas que con talento revolucionaron la creatividad en Panamá. Escritores como César Young Núñez, Pedro Rivera, José Franco y Ernesto Endara, al igual que pintores como Manuel Chong Neto, Alfredo Sinclair, Alberto Dutary y Antonio Alvarado eran parte de su gallada o peña bohemia, cuyos ideales se alineaban en un genuino amor por Panamá expresado a través de un arte personal y original.
En su obra pictórica destaca tanto lo abstracto como lo figurativo, presentando paisajes naturales de profunda melancolía y riqueza cromática, al igual que figuras humanas de una estética casi arquetípica. Hizo suyo el torso, tanto femenino como masculino, junto con la imagen del caballo, ambos elementos pictóricos de gran potencia y expresión. Sus esculturas, por cuenta propia, son mensajes contundentes donde la maleabilidad de la materia actúa en función de comunicar la sensibilidad humana del artista.
Con mucho orgullo reconoce la influencia de su primer maestro en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, el legendario Juan Manuel Cedeño, y en su haber se encuentra el hito de haber sido parte de las primeras exposiciones en Panamá, en 1955, cuando los recursos para exponer arte en el país eran más limitados. “Reconozco ahora que nunca me desanimé por la carencia de espacios apropiados para exhibiciones, y por el contrario, ese obstáculo me permitió dar saltos cuantitativos para llegar hasta donde he llegado. Hoy por hoy soy uno de los pocos artistas que se atreven a jugar un poco con los conceptos estéticos, ponerlos de una forma o de otra, y atreverse a inventar nuevas formas”, afirma el maestro a sus 83 años.
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