El pintor se siente comprometido con la naturaleza y presenta esta pieza de diseño horizontal, la cual sugiere un agotamiento de una floresta y una fauna que es preciso atender.
Para ello recurre a diferentes matices de verde y ocre con lo que sugiere varios planos y da vida a la obra, en la cual fondo y forma constituyen la esencia. El plano básico, de rica textura, está fragmentado en rectángulos verdes, cada uno con un matiz propio; los planos superiores son cuadros en donde se utilizan los ocres y verdes de forma magistral, dando la ilusión de perspectiva. La obra mantiene un equilibrio impecable.
En el primer plano el color blanco simula el esqueleto de un pez colocado sobre hojas agrestes, en donde el artista a través de la pintura le confiere masa, siempre con verde y ocre entremezclando al pez y al soporte que lo contiene y así dirige al observador a ver lo que no se manifiesta. La obra hace que el observador vaya más allá de la contemplación, mirando el mundo que habita e imaginando otros mundos posibles.
